Lo gracioso —y no tanto en plan "jajaja" como más bien "eh"— de la camiseta que hay aquí en el taller es que, bueno, en realidad no es una camiseta en absoluto.
O mejor dicho, técnicamente es una camiseta, si obviamos casi todo lo demás. Tiene mangas cortas, sí. Un cuello (casi) redondo, por supuesto. Pero más allá de eso, va por libre. De hecho, probablemente se parezca más a lo que la camiseta podría haber sido si la historia hubiera tomado otro rumbo; si, digamos, en 1870 o quizá en 1951, algo la hubiera impulsado por un camino no de producción en masa y omnipresencia global, sino de fabricación a menor escala y con una calidad sencilla.